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Sarañani!
Revista de la Conservación Sostenible

Mariano Cutipa, maestro mayor: "Yo soy feliz haciendo lo que hacían los abuelos".

Mentor y yatiri de Fundación Altiplano, el maestro Mariano Cutipa entrega sus reflexiones sobre lo humano y lo divino. Desde la naturaleza del barro y la paja, hasta las bendiciones de tierra.

Mariano Cutipa está en el patio de la Escuela de Conservación Sostenible Sarañani usando un overol azul, lentes protectores y un sombrero que ha visto días mejores. Da la mano con firmeza, se apura en sonreír y dice que, si lo van a filmar, quiere usar otra cosa. Elije un jockey de la 13º Versión del Festival de Películas Nativas Arica Nativa y toma asiento. En su relato, la fe y el trabajo se sobreponen.


“Vamos a cumplir 15 años en la Fundación, pero faltan 6 meses”, comenta Mariano, quien ya se acostumbró a ser llamado Mario en las oficinas de la Fundación Altiplano, donde es casi una leyenda. Está desde el principio y lo mismo pone techos, como enseña a hacer adobes. Un proceso que describe en detalle. “Los ladrillos se preparan con arena, pero se parten. Hay que buscar una buena tierra y hacer adobe. Si tiene limo y arcilla no se cuartea, resiste todo. Probamos primero, hacemos bolitas, son varios ensayos. Cuando resulta, hacemos una porción chica y después una más grande, para estar seguros. Usamos paja brava, tuna… y luego tiene que fermentar 15 días. Es largo. Después cortamos el adobe y queda fuerte… y la comunidad se pone feliz con lo que hicimos, porque usamos materiales naturales, y eso es importante”.


La técnica la aprendió de su abuelo. Mirando, dice, los niños aprenden para después enseñar. Es una cadena de costumbres e historias por las que vale la pena luchar. “Los niños ven cómo hacemos las cosas, cómo arreglamos las iglesias y las casas, cómo ponemos los muros y lo van a contar. Hay un niñito en Caquena que cuando hago ceremonias y hablo, él lo guarda en su pensamiento y lo hace. Es igual que yo, porque los niños son igual que uno, saben, miran en muchos lugares y así aprenden. Yo aprendí a hacer adobe con mi abuelo. Él era maestro y yatiri. Cuando murió me costó un poquito, pero aprendí, su espíritu estaba”, expresa.


La construcción tradicional, las ceremonias y la lengua también están. “Conservar es importante porque es un tesoro. Al pueblo aymara le quiero decir que estoy contento de que estemos recuperando la lengua. Ahora los niños estudian aymara, la lengua de sus papás y sus abuelos. Está volviendo a su pueblo, es cultura humana”, dice solemne. “Cuando entró el español, lo tuvimos que hablar. Pero ahora enseñan aymara en los colegios, buscan profesores” reflexiona.


"Conservar es importante porque es un tesoro. Al pueblo aymara le quiero decir que estoy contento porque estamos recuperando nuestra lengua"

El enseñar el idioma es importante para las comunidades. Así no se pierden las costumbres. La restauración de iglesias y fachadas utilizando métodos tradicionales es otra forma de mantenerlas. “Cuando le conversamos a la gente sobre lo que hace la Fundación Altiplano le gusta harto. Yo hablo porque me gusta motivar, conversar con la comunidad. Cuidan su pueblo porque no quieren perderlo. Y yo soy feliz trabajando, haciendo lo que hacían los abuelos antiguamente, trabajando con la piedra, con todo”.


Sin embargo, construir es sólo una parte de su misión. Transmitir las antiguas maneras es la clave. Allí, locales, maestros y voluntarios aprenden a elegir la tierra, a hacer adobes y a restaurar sus costumbres. Mariano cuenta que el respeto es una exigencia en todo momento. “Hay arquitectos que son profesionales, saben la teoría.

Pero yo soy profesional de la cancha y el campo. Sé como se hace el trabajo, porque tengo la práctica. Nos respetamos mucho, porque si no respetan, no les enseño. Les digo como pueden hacerlo y así podemos trabajar”



El trabajo es parte también de la espiritualidad. Cada tema de conversación es una oportunidad para derrochar una sabiduría sencilla y práctica. La misma que comparte con convicción férrea, pero no carente de serenidad. Es el suma qamaña, el “buen vivir”. “El trabajo para mi es como pan seco: no se puede desperdiciar ninguno. Si me dan una moneda, yo lo hago, porque si alguien lo pide es porque lo necesita. Si se desprecia, si no quieres trabajar, el señor no te bendice”.


Pero las formas ancestrales con las que se restauran las iglesias y fachadas del altiplano no sólo conservan el tesoro de su conocimiento. “Cuando están arregladas, a los turistas les gusta. Ven las casas de adobes y dicen “¡Mira qué linda casa! ¡Qué linda iglesia!” Y es todavía más bonita porque se estaba cayendo. Entonces quieren

estar ahí, en el pueblo. Y conocen nuestra comida, a las familias. Por eso la comunidad tiene que estar unida. Tenemos que trabajar juntos, conversar, juntarnos”, aconseja. Porque Mariano quiere que todos conozcan lo que él ya sabe: Que si en el trabajo participa la comunidad, las bendiciones son para todos.


Por Equipo Revista Sarañani!

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