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Sarañani!
Revista de la Conservación Sostenible

Suma Manq’aña: El festival del buen comer… para el buen vivir

Hace cuatro años, Ticnamar ofrece una feria que celebra la identidad y los sabores que la Pachamama regala con cariño en la precordillera de Arica y Parinacota.


Es el sábado 14 de diciembre a las 7:30 de la mañana, y en la micro que espera en la rotonda Tucapel, el ambiente es festivo. El destino queda a dos horas y media y 130 km. Ticnamar -también escrito Tignamar, del quechua y aymara “desierto florido”-, poblado prehispánico de la sierra andina de Arica y Parinacota, ubicado en la comuna de Putre a más de 3 mil m s.n.m., celebra la cuarta versión del Suma Manqaña, El festival del Buen Comer, liderado por la Asociación Indígena Jardín Florido. La plaza central del poblado, en un par de horas, se llenará de sabores, colores, aromas y texturas.


La gastronomía local es el alma, cuerpo y corazón del Suma Manq’aña, pero la música y el baile son parte vital de la experiencia organizada por vecinos, agrupaciones culturales y la Junta Vecinal de Ticnamar. “Tengo la oportunidad de estar con mi pueblo y el de mis ancestros, de apoyar para que no se pierdan nuestras raíces” cuenta Merita Huanca, una de las organizadoras de la feria. “La gente se ha ido, pero nosotros, los hijos y nietos de Ticnamar, estamos acá”, agregó.


Las horas pasan bajo un sol radiante. Este año, la música corre por cuenta de Suma Warmi, Aricamarka y Amor Real. También se presentan la agrupaciones Asociación Indígena Jardín Florido hijos de Ticnamar, Palenque Costero y Caporales San Andrés. Las actividades incluyen una caminata por el pueblo viejo de Ticnamar, acompañados por la Asociación de Observadores de Aves de Arica, quienes ofrecieron una charla sobre las especies de la zona.


Luego de algunos videos y la presentación de los festivales Arica Nativa y Arica Barroca, es momento de la competencia gastronómica: Cinco participantes presentarán lo mejor de sus fogones. La tarea del jurado, los chefs Carlos Rojas, Fernando Quiroga y Alexis Alcayaga no será sencilla, pero lucen felices mientras van puesto por puesto degustando, haciendo preguntas, tomando notas y comentando. “Este es un evento que se conoce en el circuito de cocineros nacionales. Tienen una cantidad de productos impresionante”, cuenta Carlos, antofagastino radicado en Biobío.


En los puestos se ve cazuela, papa chuño, tumbo, llamo y cordero. El queso de cabra es otro de los favoritos.

En los puestos se ve cazuela, papa chuño, tumbo, llamo y cordero. El queso de cabra es otro de los favoritos, y con entusiasmo, l@s participantes responden cada pregunta de los jurados, animadores y comensales. El público a cambio ofrece consejos de decoración de último minuto en los puestos no visitados aún por los chefs.


Tras la deliberación, los chefs regresan para ofrecer una masterclass. Sus asistentes son nominados y elegidos entre el público. Reunidos en el centro de la plaza entre gritos, bromas y aplausos, no hay mayor diferencia entre quienes visitan por primera vez el pueblo y quienes nacieron entre sus paisajes. “Es mi primera vez en Ticnamar y me encantó. Todo natural y muy rico. Hay que prestar atención a lo que está pasando aquí”, dice Luisa Díaz, presidenta de Wechuyun mapu Arica.


Entre preparación y preparación se anuncian los premios. Los chefs invitados llaman a Bernardino Nina para el quinto lugar y Daniela Huanca en el cuarto. El tercer lugar es para Virginia Ape. El primer lugar se disputa entre Luisa Bolaño e Irene Condori, quienes sonríen nerviosas.


El sol comienza a ponerse, justo a tiempo para que Irene reciba feliz su primer lugar. La cazuela que preparó se ganó a los jueces de inmediato, pero el té de piedras fue el punto decisivo. “En las fiestas no hacen la cazuela como yo la hice, ahora es todo rápido. Después les di un segundo con guatita de cordero y que lo probaran con el pintatani. Y al final el tecito con piedras”, cuenta orgullosa.


La gastronomía local es el alma, cuerpo y corazón del Suma Manq'aña.

El té de piedras se prepara calentando pequeñas rocas hasta que estén ardiendo. Se agrega el azúcar lo bastante rápido como para que se derrita. “Y cuando se quema, ahí va el agua caliente y el té. Es bien bueno”, asegura Irene sin disimular la sonrisa. “Las recetas se tienen que mantener porque la gente joven ya no lo hace. Y la gente adulta tampoco. Hay que despertar las tradiciones que se están quedando atrás”, reflexiona.


Por Lony Vargas*


*Lony Vargas, periodista, editora de Revista Sarañani! y encargada de Comunicaciones y Comunidad de Fundación Altiplano.


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